La mejor experiencia del viaje a Perú sin ninguna duda, por encima de la llegada a Machu Picchu incluso. Tanto por lo vivido como por lo a gusto que nos encontramos en este clima al bajar desde los 2700 m.s.n.m en que se encontraba Cusco a prácticamente nivel del mar. A lo largo de este viaje de 3 días y 2 noches en mitad de la selva amazónica buscamos caimanes en canoa, observamos monos capuchinos e intentamos toparnos con alguna de las pocas nutrias gigantes del lago Sandoval, mas adelante os contaré si con suerte 🙂 o no 😦 .

Para llegar a nuestro “campamento base”, aún nos quedaban 13h de autobús nocturno ininterrumpido desde Cusco a Puerto Maldonado con la compañía Cruz del Sur, desde mi punto de vista los mejores buses del Perú. Una vez allí, nos recibieron en la estación de autobús tanto la abrumadora humedad del 90%, como el personal de Carlos Expeditions para llevarnos hasta el embarcadero. Desde allí, nos quedaba una hora por el afluente Madre de Dios en barca hasta nuestra cabaña en mitad de la selva amazónica, ya dentro de la Reserva Nacional de Tambopata. Por cierto nos recibió un clima de los mas tropical: lloviendo como si no hubiera mañana. Yo en ese momento pensaba que ya no íbamos a poder hacer ninguna de las actividades e iba a estar lloviendo los 3 días pero felizmente no fue así. 🙂

Día 1: excursión de día por zona de selva, isla de los monos y observación nocturna de caimanes.
Una vez en nuestro alojamiento en Monte Amazónico Lodge nos acomodamos y tengo que decir que me encantó la cabaña: sin cristales en las ventanas, solo nos separaba de la selva una mosquitera por lo que dentro absorbías todos y cada uno de los sonidos del entorno: ranas, grillos, monos, etc… Y una buena amaca en la puerta. Solo disponíamos de 4h de electricidad al día (ni para cargar el móvil daba) y por supuesto, cobertura cero! Suena a película de terror, pero me encantaba! TOTALMENTE aislado.

La primera actividad que realizamos fue una incursión a pie por la selva para tener una primera toma de contacto. A la par que caminábamos, nos acompañaba la mascota del guía, un pecarí de lo mas simpático. Es una especie de cerdito del tamaño de un perro que nos persiguió durante todo el recorrido.
La primera parada del tour la hicimos junto a un nido de hormigas bala para advertirnos de lo peligroso de las mismas, ya que un bocadito te puede fastidiar el día. Algo parecido a la picadura de una medusa.
Otra de las cosas que nos fascinaron, fue el “árbol caminante” (Socratea exorrhiza). Se trata de una especie que con el fin de encontrar el lugar donde mas da el sol, crea nuevas raíces exteriores buscando puntos de apoyo en dicha dirección. Y las raíces que ya no le valen porque van quedando atrás en la dirección opuesta, se van quedando secas y desapareciendo.

Ya para acabar la actividad, paramos junto a un árbol con un gran nido de termitas. Junto a el, nuestro guía nos explico que estos animalillos son el mejor repelente que se pueda usar para los insectos de la selva amazónica. Os paso las instrucciones para este repelente natural:
- Se pone una mano en el nido, simplemente apoyada.
- Esperas a que las termitas se esparzan por tu mano.
- Te frotas las termitas como si fuera una crema del Lush. (Aunque la técnica muy animal friendly que digamos, no es)
- Listo, los mosquitos ya te tendrán mas respeto. 😀
Ya de vuelta, almorzamos algo y nos dirigimos a nuestra siguiente actividad. Navegamos en canoa un corto tramo hasta llegar a la “isla de los monos“. Se trata de un lugar aislado del resto de la selva, en el que sueltan en libertad monos que previamente han sido utilizados como mascotas. Digamos que en la isla tienen su periodo de adaptación a la vida salvaje después de tanto contacto con la especie humana.

Una vez en la isla, anduvimos tierra a dentro durante unos 10 – 15 minutos sin ver rastros de algún primate. Hasta que llegamos a un lugar en el centro de la isla donde nuestro guía empezó a imitar a estos animalitos y con un pedazo de fruta en la mano para atraer su atención. Acto seguido, el lugar empezó a llenarse de monos capuchinos, que nos miraban desde lo alto de los árboles, incluida una mona con su cría a la espalda enganchada, que bajó a tierra firme en busca de alimento y a mi me enterneció el corazón.
Fue entonces cuando hice una de las 2 cosas que me recomendaron no hacer: enseñar los dientes (lo toman como tono desafiante y atacan). Resulta que por entonces, yo estaba en cuclillas y con una sonrisa de oreja a oreja fotografiando a la mona con su cría, y cuando me quise dar cuenta tenía a la mona marcando los dientes en mi cuello y las garras en mi brazo. Por recomendación del guía, me quedé completamente inmóvil hasta que la mona por su cuenta se bajo de mi regazo y continuó buscando comida por el suelo. Adrenalina por las nubes, “cagaico perdío” y dando las gracias por no tener que ir al médico a ponerme la vacuna anti tetánica, la de la rabia y las que hicieran falta.
Descripción gráfica del antes:

Y el después de sonreir:

Para rematar el día, ya entrada la noche volvimos a embarcar en las canoas y durante una hora estuvimos de caimanéo por las orillas del río Madre de Dios, en concreto ejemplares de caimán blanco. Solo armados con una pequeña linterna y la astucia del guía que inexplicablemente veía a estos animales a cientos de metros nos lanzamos a la búsqueda. Fue una experiencia increíble y la que mas me gustó sin duda. Estar tan cerca de estos depredadores, de los cuales veíamos solo los ojitos y la nariz asomar de la superficie del agua como en la foto de abajo fue algo impresionante. Incluso llegamos a ver alguno de ellos justo entrando en el agua desde la orilla, una pasada. Y tan a gusto que me fui a dormir ese día! 🙂

Día 2: Lago Sandoval y caminata nocturna por la selva.
Tras un madrugón impresionante a las 5 de la mañana, nos pusimos en marcha y tras una media hora de navegación, llegamos al punto de entrada en la zona protegida del lago Sandoval. A partir de ahí, nos esperaba una caminata de unos 3 kilómetros (que es poco, pero con botas de agua y barro se ve distinto, hacedme caso) hasta llegar al embarcadero donde ya tomaríamos la canoa para adentrarnos en el propio lago Sandoval. Mientras tanto, por el camino pudimos ver una gran familia de guacamayos y algunos loros mas pequeñitos. Asimismo, otros cuantos monos capuchinos se nos cruzaron por las copas de los árboles. Si esos malditos que me atacaron como os dije.

Ya en el embarcadero, tomamos una de las canoas y comenzamos a remar a través de un pequeño canal cubierto de vegetación que no permitía apenas pasar la luz. A las orillas del canal, nos encontramos otros tantos caimanes negros observándonos como pasábamos a su lado, a escasos metros.

Una vez en el lago, la entrada fue espectacular, como llegar a mar abierto. Fuimos bordeando el lago en sentido contrario a las agujas del reloj y mientras tanto observábamos todo tipo de aves, pero sobre todo cormoranes y hoatzines.

Además de tortugas, garzas, loros y alguna otra especie que no recuerdo. Pero lo que se llevo la palma fue encontrarnos a la única familia de nutrias gigantes que habita en el lago nadando a unos 50 metros de donde nos encontrábamos. Incluso llegue a ver a una de ellas como se comía con sus patitas un pescado que recién acababa de cazar.

Imaginaros la inmensidad del lago, que a la que volvíamos el guía nos dio la oportunidad de intentar averiguar donde diablos estaba la entrada al lago, y a duras penas conseguimos localizarla. Para vuestra información, ya de vuelta en la salida del parque nos dieron la oportunidad de poner una estampita del Parque Nacional del Lago Sandoval en el pasaporte con la imagen de la nutria gigante.

Para finalizar el día, ya metidos en la noche realizamos una excursión nocturna para tener la oportunidad de ver a los animales que suelen salir a cazar a esas horas. De lo que mas me asombró, fue la cantidad de serpientes y culebras que había por la zona. En especial pasamos justo por debajo de una serpiente verde clarita que descansaba en una rama a lo que el guía nos dijo que la serpiente que habíamos visto, era venenosa y si llegara a mordernos, en el lugar que estábamos no había cura sino un retardante para poder alcanzar la primera ciudad que tuviera hospital con medios.
Continuamos con el camino, hasta que dimos con un pequeño agujero donde el guía empezó a meter un palito una y otra vez hasta que al fin pescó…y bien que pescó porque salió una tarántula como mi cabeza de grande. En concreto, a este bicho se le llama “tarántula pollito” debido a que sus crías suelen seguirla en fila cual gallina con sus polluelos. Muy bonita pero que respete el metro de seguridad.
Para finalizar la ruta, el guía nos puso en corro junto a una enorme árbol mientras nos contaba una historia sobre el espíritu de la selva y nosotros permanecíamos con los ojos cerrados. En el momento que nos dejó abrirlos, nos vimos en mitad de la oscuridad solo interrumpida por cientos de luciérnagas que nos rodeaban como si fuera una constelación de estrellas. Un broche de oro, para un viaje top.

Día 3: camino por los árboles frustrado por la lluvia.
Pues si, debido a las condiciones del tiempo, o sea que no paraba de llover, se tuvo que cancelar la tirolina y caminata a no se cuantos metros de altura que íbamos a realizar por las copas de los árboles. Así que nos llevaron de vuelta a Puerto Maldonado, donde tomaríamos nuestro vuelo de vuelta a Lima.

Espero compañer@s que hayáis sobrevivido a todo este post (que no es fácil aguantar leyendo) que la visita por el amazonas haya sido de vuestro agrado y que os haya motivado para pillaros unos billetes a Perú lo antes posible. A cualquiera que le guste la naturaleza y mancharse las manos le recomiendo este viaje sin duda. Si tenéis cualquier pregunta sobre precios, alojamientos, etc…preguntadme por mail, instagram o twitter! Os recibiré con los brazos abiertos! 🙂
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